28 ago 2010

Renacer



- ¿De verdad?
Asiento firmemente con la cabeza. Ambos jóvenes se miran y sonríen. Se parecen mucho. ¿Serán hermanos?
- Entonces ven con nosotros. Te presentaremos al resto, ya deben de estar levantados.
- Sí, ya es la hora del desayuno - dice el joven del pelo largo. Lleva el rubio cabello recogido en una coleta alta.
Me ayuda a levantarme de la cama, ya que aún me duele todo el cuerpo. Los dos son muy amables, y aunque acabo de conocerlos, emiten una especie de aura de protección que hace que me relaje, a pesar de que acabo de tomar, probablemente, la decisión más importante de mi vida. Al menos, hasta ahora.
- No hay vuelta atrás. Eres muy valiente - me dice el más alto de los dos, mientras me palmea suavemente el brazo y me dedica una sonrisa tranquilizadora. Vaya, puedo notar cómo me sonrojo. Les sigo cuando caminamos por unos largos pasillos durante un par de minutos. Inconscientemente intento recordar el camino, por si necesito huir. ¿Huir?
- Bueno, ahora no irás a decirme que te parece normal todo esto...
- Oh, mierda. Sigues ahí...
- ¡Yo también me alegro de saber que estás bien! - exclama irónicamente la vocecilla dentro de mi cabeza.
Me froto enérgicamente las sienes. ¡Por un momento me había olvidado de ella! Creía que había desaparecido.
- ¿Estás bien? - me pregunta el chico de la coleta. Me mira fijamente a los ojos, parece preocupado de verdad.
- Sí, claro - intento sonreir. - Será el cansancio.
Una amplia sonrisa ocupa su rostro cuando me pasa un brazo por encima de los hombros y echa a andar de nuevo.
- No te preocupes, ahora desayuna algo y podrás volver a descansar.
Les miro de reojo. Me han salvado la vida, poniendo la suya en peligro, tras saltar del puente. ¿Cómo van a querer hacerme daño ahora?
Aún así, algo que me preocupa. Si lo que acaban de contarme es mentira, estos chicos son un par de majaderos y tendré que preocuparme por salir de aquí cuanto antes. Pero si no... la situación no será mejor. Mucho más peligrosa, diría yo. Y creo que dicen la verdad. Confío en ellos como si les conociese de toda la vida...
- ¿Es que el golpe contra el agua ha terminado de estropearte esa cabezota que tienes? ¿Has oído lo que han contado? Parecen una secta o algo así...
- No tienen pinta de ser una secta. Creo que lo que han dicho es verdad.
- ¿Y qué sabes sobre eso? ¿Acaso sabes qué aspecto tienen las personas que pertenecen a una secta?
¡Argh! Odio esa voz. Odio discutir dentro de mi cabeza. Y me odio a mí, por ser débil. Por eso voy a quedarme. Porque creo que ellos van a ayudarme; yo les necesito más de lo que me necesitan ellos a mí. Y porque, egoístamente, no quiero volver a sentir la soledad. Ya no hay nadie fuera de este desconocido edificio que me esté esperando. Esta noche yo ya no debería existir, así que no hay nada que perder. Mi vida les pertenece a ellos, por haberme salvado, por haberme dado otra oportunidad. Porque me han hecho renacer. Y voy a demostrales que puedo ser útil. No hay más que hablar.
Parece que nos vamos aproximando a la sala. El olor a café ya llega hasta mí, y escucho algunas voces y ruido de cubiertos y tazas.
- ¡Cuidado, que voy! - grita una voz femenina y jovial.- ¡Quema!
Veo desaparecer por el marco de la puerta una minifalda y lo que parece ser un mechón de pelo rosa.
- Ya hemos llegado - anuncia el joven más alto.- Les hablamos de ti anoche, así que ya te esperan.
Entra el primero en la sala. El otro chico me mira y me dice, guiñándome un ojo:
- Cuando quieras - y desaparece tras él.
- Gracias... - digo en voz baja cuando ya nadie puede oirme. Oh, acabo de darme cuenta de que ni siquiera me han dicho sus nombres.
Resoplo. Vaya, ahora sí que empiezo a tener nervios. Sacudo la cabeza, en un vano intento por despejarla.
- Bueno, allá vamos.

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